Es sabido que la delincuencia y la violencia son resultado de diversos factores que confluyen en los espacios públicos, especialmente en aquellos donde persisten la marginación y el hacinamiento. Y puede que a primera instancia consideremos que como especialistas en temas de construcción y edificación este tema resulte fuera de lo ordinario.
No obstante, como miembros participativos de una sociedad, la reflexión en torno a como podemos intervenir los espacios para hacerlos mejores, y sobre todo, sostenibles, es una responsabilidad que puede ser electiva, pero no menos importante.
El término de “colonias populares” es común que genere una asociación hacia lo riesgoso en muchos sentidos, incluso para los proyectos de construcción persiste cierta reticencia en cuanto a invertir, o el planteamiento de un reordenamiento urbano es casi una historia utópica.
México es casi un país construido sobre la marcha, con una indebida planificación y la persistencia de la corrupción, tienen un impacto sobre el tejido social y directamente en los indicadores de bienestar y calidad de vida. La realidad actual ha modificado sustancialmente la estructura de la sociedad, sus formas de convivencia e incluso de habitar. Edificios vacíos, calles sin iluminación o caminos mal pavimentados, son ejemplos que juegan un papel en la incidencia delictiva o marginación.
Si pensamos que en las últimas décadas las ciudades se tornan cada vez más violentas, en su mayoría por las políticas públicas que han generado mayor desplazamiento interno entre ciudades, en la búsqueda de mejores condiciones de vida y desarrollo o incluso huyendo de la violencia que se da en sus lugares de origen, han cambiado el panorama de cómo la demografía se reconstruye así como los espacios habitacionales.
Probablemente las disciplinas de la arquitectura o la ingeniería civil ya aplicadas, como consultoras o empresas, no tomen en cuenta los factores de violencia o pobreza, dado que puede ser algo más propio de la academia. Sin embargo, la violencia urbana y la inseguridad ciudadana son factores que van en detrimento de las oportunidades para generar ciudades dignas e innovación en nuestro sector de construcción.
Para el fenómeno de la violencia social también existe la posibilidad de la arquitectura social, en donde podemos combinar elementos estéticos, ambientales, de nuevos materiales y de desarrollo comunitario.
Cuando los espacios arquitectónicos, ya sean de carácter público o privado, emiten un mensaje sobre la cultura que se da en ese lugar y se le otorga un sentido positivo, puede influir sustancialmente en la mejora del entorno.
Aunque no se encuentran contabilizados en su totalidad, actualmente existen diversos proyectos pasados y en curso, que desde la arquitectura innovadora fomentaron el cambio. Una construcción puede propiciar la diferencia de mejora, ya las ideas y reflexiones al respecto se los dejamos a consideración, pero no cabe duda que cuando los especialistas unen esfuerzos, los resultados pueden ser asombrosos.
Desde estructuras que regeneren un espacio, hasta mejoramientos urbanos y residencias o edificios con una visión más allá del diseño y más hacia acá a la mejora. Así que invitemos a nuestros colegas de las ingenierías, la planificación territorial, entre otras, a construir el cambio, a darle un vuelco con lo que hacemos y tenemos, para hacer de nuestros hábitats, más sustentables, flexibles y humanos.
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